Begoña Sánchez Galán nos comparte
Hace muchos, muchos años, cuando era niña y acudía a la
catequesis (debía de ser allá por los setenta), uno de mis formadores de
aquellos tiempos me contó una bonita metáfora que nunca he olvidado. Él (porque
era un “él”), opinaba que muchas personas, especialmente las mujeres, somos en
la vida de otros como la escoba en cualquier casa. La escoba, esa herramienta
imprescindible sin la que una casa jamás puede ser un hogar. Ese elemento que
nos ayuda a poner orden, a dar brillo, a presentar nuestra mejor cara y que,
llegado el momento, se esconde detrás de una puerta para que la visita nunca la
vea.
Es una metáfora de la humildad, de la sencillez, del trabajo
bien hecho, del “soy porque somos”, del “sin foto” por excelencia. Yo aporto
para que tú seas, para que brilles, pero me aparto y me escondo porque mi labor
es sacar lo mejor de ti sin que nadie me vea.
¿Qué pasaría si un día, en el aula, le contásemos a los
pequeños esta metáfora y les pidiésemos una lista de profesiones en las que las
personas se esconden para dejar brillar a los otros? ¿Sería una lista larga o
corta?
Y, lo más importante, en esa lista, ¿estarían sus madres en
el ejercicio de su labor de madres?
Porque ahí es donde quiero llegar. Cuando hablamos de
igualdad, casi siempre empezamos comparando el trabajo que hombres y mujeres
desempeñamos en el mundo laboral. Y sólo después de hablar de la parte
remunerada, tenemos en cuenta el esfuerzo adicional del trabajo doméstico, que
en pleno siglo XXI sigue sin ser igualitario.
Y este es el momento en el que los hombres se revuelven en
la silla y levantan la mano para ser vistos. Lo sé. Cada vez hay más hombres
que reivindican su labor en el hogar. Pero, amigos, según el Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS), con datos del 2017, sólo un 20% de los
hombres comparten en igualdad las tareas del hogar. La labor de “escoba” sigue
recayendo esencialmente sobre las mujeres, así que no voy a ser yo la que nos
quite el mérito.
Volviendo al aula, ¿qué pasa con las horas que las mujeres
dedican a las tareas anónimas de cuidar familia y hogar? ¿Saben nuestros
alumnos valorar ese trabajo “sin foto”?
A mí me gustaría hacer un experimento en este sentido y, como
estamos en un blog en el que se habla de educar al espectador, me apetece
hacerlo con un collage fotográfico para el que primero necesitamos buscar
inspiración.
Para empezar, me gustaría hablar con los alumnos de
creatividad y talento.
¿Qué es la creatividad para los niños? ¿Qué es el
talento? Hay muchísimas definiciones de estos conceptos, pero quiero escuchar
los suyos:
-
Tener un don para hacer algo que los demás no
pueden hacer.
-
Ser un virtuoso del pincel, de un instrumento,
de la danza, del deporte...
-
Destacar en algo cotidiano y ser los mejores en
una tarea que los demás hacen sin gracia, por ejemplo cocinar, peinarnos, vestirnos,
etc.
-
Ser capaces de resolver cualquier problema sin
dificultad con soluciones fáciles, rápidas e imaginativas.
-
Pensar de manera diferente.
-
Ver detalles donde otros no ven nada.
¿Qué más? ¿Qué otras cosas sugerirían nuestros alumnos?
Una vez realizada esta lista, a mí me apetecería añadir una
segunda columna. De todas estas cosas, ¿puedes dar un ejemplo de algo en lo que
tu madre tenga un talento especial? ¿En qué tareas de “escoba” se puede ser
creativo? ¿Te habías dado cuenta del talento que tienen las personas que te
ayudan a avanzar? ¿Qué ejemplos concretos recuerdas? ¿Cuáles son las obras de
arte a las que tu madre te tiene acostumbrado?
Me gustaría escuchar frases del tipo de “mi madre hace las
mejores tartas del mundo”, “nadie sabe hacer las trenzas como la mía”, “la mía
es la mejor cosiendo disfraces”, “mi madre hace magia y me cura con un beso cuando
estoy malito”, “los mejores cuentos del mundo se los inventa mi madre cada
noche”, “el talento de mi madre es… infinito”. He ahí el poder de las mujeres
anónimas que, cada día, consiguen que el mundo gire sin que nadie se dé cuenta.
Esta lista debería ser en sí misma un ejercicio de creatividad y de cariño, una
muestra de que, si ellas paran, el camino se oscurece y no es posible seguir
caminando.
Por último, con la idea de visibilizar todas estas
reflexiones y dejarlas impresas en un soporte material que represente todas
esas emociones, me gustaría proponerles que hiciésemos un collage con las
herramientas que sus madres utilizan para ser las mejores: utensilios de
cocina, pinceles, aguja e hilo, cepillos, ropa, alimentos, lápices…
Podríamos
pedirles que fotografiasen e imprimiesen los objetos que ayudan a sus madres a
desarrollar su creatividad cotidiana o, para hacerlo más fácil, que los recortasen
de las revistas y folletos que tengan en casa. Cualquiera de las dos opciones nos
sirve para montar nuestro collage. Fotos para representar a las “sin foto”.
¿Os imagináis? La idea es hacer una composición, una obra
colaborativa llena de color y de “escobas”, de objetos imprescindibles pero
invisibles, de detalles vitales pero escondidos, de muestras de amor y
dedicación que nos ayudan a brillar sin que nos demos cuenta, de elementos de
todo tipo que construyen nuestro día a día de manera anónima y sin
reconocimiento.
¿Sería posible? ¿Podemos convertir lo invisible en una obra
de arte?
Todos sabemos la respuesta. ¿Lo hacemos?
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